Cuando eliminamos un archivo desde Windows, éste en realidad no se ha borrado, sino que continúa existiendo en nuestro disco duro, incluso luego de que vaciamos la papelera de reciclaje. Windows, y otros sistemas operativos, saben dónde se encuentran los archivos en un disco duro a través de una especie de “indicadores” que le dicen al sistema dónde empiezan y terminan los datos. Cuando borramos un archivo lo único que Windows hace es remover ese indicador y marcar como disponibles los sectores del disco duro que contenían esa información.
Mientras Windows no escriba nuevos datos sobre esos sectores, los archivos que se borraron aún pueden ser recuperados. Por tanto es ideal que cuando se quiere recuperar archivos borrados de un disco duro debemos dejar de usarlo inmediatamente, para evitar sobrescribir los sectores y hacer irrecuperable la información.
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